Era el año 1983 y a mi hermano y a mi nos trajeron desde Alemania un ordenador del que casi no había oido hablar. Junto a este, venía un datassette clónico y una cinta llena de juegos. Acostumbrado a las cargas lentas de los Spectrums y Orics, descubrir que en aquella sola cinta, a parte del turbo, habían 50 juegos y que tardaban entre 20 y 30 segundos en cargar, era algo inimaginable, sorprendente y difícil de creer. Ese fué el nacimiento de mi pasión que desde hace años rodea mi vida y de quienes me rodean. El pobre dejó de funcionar hacia el 1989 y desde entonces lo guardo como una joya en mi colección.
domingo, 28 de marzo de 2010
Ponga un Commodore 64 en su vida.
Era el año 1983 y a mi hermano y a mi nos trajeron desde Alemania un ordenador del que casi no había oido hablar. Junto a este, venía un datassette clónico y una cinta llena de juegos. Acostumbrado a las cargas lentas de los Spectrums y Orics, descubrir que en aquella sola cinta, a parte del turbo, habían 50 juegos y que tardaban entre 20 y 30 segundos en cargar, era algo inimaginable, sorprendente y difícil de creer. Ese fué el nacimiento de mi pasión que desde hace años rodea mi vida y de quienes me rodean. El pobre dejó de funcionar hacia el 1989 y desde entonces lo guardo como una joya en mi colección.
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